Tucumán, por Miguel Siso-Fernández
En Buscando a Tabernero, Montes-Bradley triangula entre tres ciudades, Berlín, Barcelona y Buenos Aires una expedición tras la pista de un sujeto ya fallecido, un hombre misterioso, conmovedor y ejemplar, que se llevó consigo el secreto de ese misterio, ese mal necesario, ese boleto solo de ida que llamamos "exilio".
¿Qué nos pasa si la vida nos obliga a dejar el suelo patrio para siempre? Quizá que perdamos todo lo que nos defina, incluso el nombre. Es el caso de Tabernero, al que Montes-Bradley, a través de discípulos, cinéfilos, cineastas y su propio hijo (Henry Weinschenk), redibujará con gran nitidez a partir de meras manchas dispersas, casi residuales. Así, conoceremos a quien, huyendo de un verdugo implacable y multiforme, migró repetidas veces en pos de la supervivencia de su vocación y de su propia persona, para prestidigitarse una vida memorable.
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