Un artículo publicado hace escasamente cien años, me lleva a pensar que los problemas y las preocupaciones persisten. El hecho de que el autor sea mi antepasado, y que su lectura me sorprenda trabajando en un documental sobre un tema muy similar me hace pensar que no estamos solos y que, en definitiva, lo de las brujas tiene asidero.
Aquello de no creer, pero que sí las hay, suele darse, y tomarnos por sorpresa. Cuando sucede, las brujas dan el grito y nos revelan aquello que nos estaba reservado. En esta oportunidad, me refiero concretamente a un fascículo del Boletín de Cultura Intelectual que se publicó en Rosario entre junio de 1938 y septiembre de 1947, editado y dirigido por R. E. Montes i Bradley quien fue, también su único editorialista y reseñista. La portada del ejemplar que me fue revelado tiene mucho que ver con todo lo que estoy haciendo hoy. Es decir, el artificio puede leerse como un mensaje, aunque sabemos que tal cosa es escasamente probable.
En noviembre de 1938, Montes i Bradley titula su articulo de tapa “Urbanismo y Escultura” para luego dar cuenta del encargo que le hiciera la comuna al escultor rosarino Osvaldo C. Lauersdorf para el diseño y ejecución de la obra “Quirón y Aquiles”. Según mi antepasado, se trata de la primera vez en que la ciudad le otorga el espacio de un parque público a un escultor local.
Destaca el autor de la nota que el estipendio otorgado apenas cubrió gastos de material y fundición dando a entender en pocas palabras que pareciera el artista no debiera recibir compensación por su obra más allá de los gastos implícitos en su realización. No es un detalle menor, y se me ocurre que habrá de tener algún tipo de explicación en el manejo dudoso de fondos públicos, en la eterna sospecha sobre los actos de gobierno.
En el mismo artículo, Montes i Bradley menciona al pasar, y con desprecio, la fuente de “pésimo mal gusto” que sirve como complemento a la obra de Lauersdorf. Montes i Bradley decía su parecer, y solía ser implacable. En este caso, refiriéndose al adefesio de mampostería para resaltar el prodigio de “Quirón y Aquiles”.
“Elemento serio de ornato urbano, el “Quirón y Aquiles” debió haberse emplazado sobre mesurado pedestal marmóreo, sobre el verde i llano césped, en medio de una fronda que, si le diera marco apropiado, no le restase nunca jerarquía, como pieza bella, de suyo suficiente para crear el goce estético en el espectador que la hiciese punto de su observación”
El autor de la reseña va más allá y señala que los artificios de luces y juegos de agua en aquella fuente que desprecia (con razón), acabarían por convertirse el foco de atención, artilugio que indefectiblemente ejercerá sombra sobre la verdadera obra de arte en aquel parque rosarino. El tiempo le dio la razón al crítico que sobre el final de su artículo señala que “Por lo demás, vuélvase a repetir, que Rosario se ha honrado distinguiendo a uno de sus plásticos de excepción, al haberle adquirido con destino al ornato urbano, una de sus obras más celebradas, precisamente ésta, que la Comisión de Cultura premiara, al ser exhibida en el XXVII Salón Anual de Artes Plásticas, celebrado el año ppdp.”
Supongo que no queda mucho por agregar, fue solo eso, el reverdecer de un fascículo que lleva casi cien años en archivo y que justo hoy, que me encuentro trabajando con argumentos similares, aparece para recordarme que no estamos solos, que los problemas que enfrentaba el urbanismo en Rosario en 1938 no eran muy distinto a los que debieron enfrentar escultores como McMonnies, Bartlett, French y Piccirilli en los parques y espacios públicos en Nueva York y Chicago. Gracias a las brujas por el regalo.
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