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Writer's pictureEduardo Montes-Bradley

Mujeres del pasado: esclavitud a perpetuidad

Con frecuencia coincidimos en cierta y muy caprichosa manera de dividir los tiempos en que presuntamente se dividen las experiencias esclavistas en distintas partes del mundo. En los Estados Unidos aseguramos que la servidumbre esclava termina con la derrota de la confederación de estados sureños en 1865. Sabemos que no es así, o que no es así exactamente lo que nos obliga a revisar, en primer término, qué es lo que entendemos por esclavitud y cuáles fueron los de la emancipación.


Se me ocurre que hay imágenes, como la que reproduzco en estas breves consideraciones, y en la que aparecen diez y siete mujeres, que nos permiten suponer que la esclavitud no termina necesariamente por decreto. La foto en cuestión fue tomada en 1920, posiblemente en alguna residencia que serviría para mujeres libertas sin más recursos que el haber nacido en la esclavitud. En la fotografía hay dos mujeres relativamente jóvenes que podrían enfermeras, familiares o asistentes, el resto es de una edad que bien podría dar cuenta de su cautiverio.



Son mujeres de entre sesenta y cien años, lo que nos permite suponer que sus fechas de nacimiento oscilan entre 1820 y 1860. La uniformidad del vestido es lo que nos hace sospechar que la residencia fue una de aquellas instituciones a las que hacíamos referencia, y que aquella que viste cofia sobre el margen derecho puede que sea enfermera. Ahora que lo pienso las dos más jóvenes en el grupo principal podrían ser familiares. ¿Sería en domingo?


La venta de esclavos fue rutinaria hasta último momento, incluso de manera ilegal hasta después de las rendiciones de las tropas del general Robert E. Lee. Digo esto porque en muchos casos quienes eran vendidos, bien para obtener liquidez o bien para solventar el costo de una guerra cruel como pocas, eran los más jóvenes. También fueron los varones quienes o se enrolaban en las tropas Confederadas o huían al norte para regresar combatiendo contra sus amos. Las familias esclavas no permanecieron unidas. La experiencia, sabemos, fue desgarradora desde un principio.


Se me ocurre que la esclavitud no termina con la emancipación para las catorce mujeres restantes en la fotografía, quizá tampoco para las tres excluidas por mi prematuramente. Pienso que la esclavitud termina con la muerte, y tal vez ni siquiera. Después de todo no puedo dejar de ver en estos rostros la huella indeleble del cautiverio.

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