Acabo de desayunarme, aunque tarde, como de costumbre, que hace unos días murió Horacio Gonzalez a causa del puto virus nuestro de cada día. Habían pasado muchos años desde nuestro último encuentro, muchos más desde el primero. Creo que la última vez que lo ví fue cuando había venido Hugo Chávez a Buenos Aires. En aquella ocasión dije en vos alta que el tipo me parecía un vendedor de autos usados, un chanta de siete suelas. Horacio me dijo que había que darle tiempo, David Viñas dijo que en cuanto ese tipo nos tomara el tiempo ya iba a ser demasiado tarde. David tenía razón. Lo cierto es que no volvía a verme con Horacio. La visita de Hugo Chávez marcó un antes uy después, y ese después lo encontró a Horacio junto a Néstor Kirchner y a la gente de Carta Abierta a los que nunca pude tragar. Sin embargo siempre mantuve el afecto con el que me sorprendí al conocerle una tarde en casa de León Rozitchner en la calle Pampa. Ahí nació iuna breve colaboración que, si no me equivoco fueron sus primeras en el cine documental. Dicen por acá, que "En el género documental Horacio González aportó su testimonio en películas como "Harto the Borges" (2000) y "Cortázar: apuntes para un documental" (2001), ambas de Eduardo Montes-Bradley.”
Supongo que el espíritu de colaboración trasciende las desavenencias. Si en algo ayuda, el cine documental sirve por lo menos para eso.
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